jueves, 23 de julio de 2009

Me gustaría ver escondido en tu mirada un destello que me haga persistir.
Me gustaría encontrar en tus labios un titubeo al verme.
Me gustaría ver en tus manos la necesidad de secar mis lágrimas.
Me gustaría ver en tu alma… No, me conformo sólo con poder sentirte a mí lado de vez en cuando.


Por ahora…

martes, 23 de junio de 2009

Esperando un olvido

Cansada de la monotonía llegue a jugar esta estupidez de sentirte cuando ni me veías, de hablarte sin tener nada en común más el simple espacio y tiempo compartido. Esa ilusión de una palabra, una mirada para saber que me veía en vos. La promesa de no caer una vez más no fue nada desde ese instante en que vi tu sonrisa, maldita presencia. Me sentí tímida con vos, mis palabras no querían llegar a tus oídos. Llegue a pensar que era como los demás, las ganas, las miradas, unas cuantas sonrisas y un adiós innecesario, pero creo que llegaste para quedarte.
No lo vi venir, no me di cuenta cuando esa idea se convirtió en lucha interna por no decir nada que no debía, pero sin dejarte atrás. Busqué cómo mirar a tus ojos más seguido, busqué como escuchar tu risa con la mía. No creí poder odiar tanto esa tarde cuando me di cuenta por primera vez que ya no podía renunciar a lo que sentía, esto era tan fuerte que no lo podía controlar. No lo vi llegar y esperé que fuera algo pasajero, algo así como cuando la noche espera para ver salir el sol. Odié tu seriedad y tu llanto, por no decir que de verdad así hubiera sido más fácil dejarte atrás.
Los nervios en el estómago no se quitan con el tiempo, y la esperanza sí se puede perder de a poco. Tu cara me visita en sueños y despierta te busco en mis ideas. Tus defectos no son defectos, son complementos de mis obsesiones y tus reclamos son bienvenidos. Tus compañías son aceptadas, más una dosis de hipocresía es necesaria para soportar tales arranques de drama.
El hablarte se convirtió en algo de todos los días y el verte fue una necesidad. Creo que te extrañé…

miércoles, 25 de marzo de 2009

Las sábanas en el piso y la conciencia ya en la billetera.
Es que si fuera carmesí ni las escaleras tendrían tiempo de subir
y el café en los labios se disiparía con línea de la espalda.

Por salir del paso una caricia y por adelantar el mañana un guiño de ojo.