lunes, 3 de junio de 2013

Visitas a Camila


Cada vez que Camila despierta suele levantar del suelo los audífonos ya desacomodados de la noche anterior. Camila acostumbra dormir con música, se pone audífonos enormes con los que no despierta a la mañana siguiente, puesto que por la noche le estorbaron igual que lo hacen las medias en los pies. 

Cada dos meses Camila recibe la visita de la señora depresión. Le toca la puerta del cuarto y cuando entra cierra con picaporte para que nadie entre mientras están juntas. 

Cuando pasa adelante viene acompañada de un playlist titulado 1a.m, que suele ser la hora del encuentro. Entre más triste es la canción, el esfuerzo de Camila por llorar en voz baja se hace más complicado. Su odisea consiste en llorar tan bajito que no logre despertar a su hermana en el cuarto del lado o a sus padres que duermen apenas unos metros después. 

Uno de los placeres de Camila es sentarse en su cama a llorar escuchando su playlist 1a.m completamente desnuda. Se desgarra el alma como si el mundo se fuera a acabar, como si los mayas solo estuvieran postergando la trágica noticia. 

Cuando se empieza a quedar dormida entre los sollozos, se pone la pijama y abre la puerta para despedir a la señora depresión. Suele decirle “hasta luego” ya que sabe que de igual forma la va a visitar dentro de dos meses a la misma hora, nuevamente con un drama del tamaño de las tormentas que viven en vasos de agua. 



sábado, 13 de noviembre de 2010

Catetos e hipotenusa

Siempre vos, tan correcto, recto…

Pero en este caso uno más uno no son dos.

Si tuviera que clasificar todo este problema diría que Pitágoras ya me ahorró la trabajo.

Así que lo realmente agobiante sería tratar de soportarme, al cuadrado… No soy nada fácil, soy como un cateto.

Cateto al cuadrado…

Para poder solucionar la ecuación necesitaríamos más de vos… Pero ya traté, me esforcé… Y sigo sin encontrar el resultado…

Lo más probable es que vos sólo quisieras llegar a un único vértice, ser semirrecta…

Pero llegó este cateto a convertirte en hipotenusa.

lunes, 23 de agosto de 2010

Recepción


Decidí hacerle caso una “señal”, a una llamada telefónica en la banca de una iglesia vacía. Corrí por la calle que ya había recorrido para encontrar respuestas, para dar respuestas. No tambaleé, completamente convencida de qué decir llegué y traté de encontrar el lugar que asumía como mío. Logré acomodar todo a mi manera y encontré la paz que yo misma me había arrebatado dos hojas de calendario atrás.

Decidí creerme el cuento de las múltiples oportunidades. Caída tras caída me levanté y me culpé a mí misma por el mal equilibrio, sin darme cuenta que bajo mis pies sólo podía encontrar una calle maltrecha.


Decidí creer que los encuentros inadvertidos en la madrugada estaban planificados con agenda en mano y las casualidades por la tarde eran mejor que un café recién hecho.

Decidí ver los días soleados y las sonrisas espontáneas, pero olvidé contar los sarcasmos y las faltas de cortesía. Me dediqué a comprar, sin que me compraran de vuelta y me hice adicta a un sentimiento sin fundamento alguno.


Decidí mentir y encajar, pero ahora preferiría ser yo la que puede decir adiós sin el remordimiento de un engaño bajo el brazo.

Hace meses pedí una señal y entró una llamada telefónica en la banca de una iglesia vacía… Hoy creo en las casualidades y no en el destino. Hoy no correría, ni daría respuestas. Hoy sería yo quién apaga el interruptor sentimental y deja que suene el contestador.

jueves, 23 de julio de 2009

Me gustaría ver escondido en tu mirada un destello que me haga persistir.
Me gustaría encontrar en tus labios un titubeo al verme.
Me gustaría ver en tus manos la necesidad de secar mis lágrimas.
Me gustaría ver en tu alma… No, me conformo sólo con poder sentirte a mí lado de vez en cuando.


Por ahora…

martes, 23 de junio de 2009

Esperando un olvido

Cansada de la monotonía llegue a jugar esta estupidez de sentirte cuando ni me veías, de hablarte sin tener nada en común más el simple espacio y tiempo compartido. Esa ilusión de una palabra, una mirada para saber que me veía en vos. La promesa de no caer una vez más no fue nada desde ese instante en que vi tu sonrisa, maldita presencia. Me sentí tímida con vos, mis palabras no querían llegar a tus oídos. Llegue a pensar que era como los demás, las ganas, las miradas, unas cuantas sonrisas y un adiós innecesario, pero creo que llegaste para quedarte.
No lo vi venir, no me di cuenta cuando esa idea se convirtió en lucha interna por no decir nada que no debía, pero sin dejarte atrás. Busqué cómo mirar a tus ojos más seguido, busqué como escuchar tu risa con la mía. No creí poder odiar tanto esa tarde cuando me di cuenta por primera vez que ya no podía renunciar a lo que sentía, esto era tan fuerte que no lo podía controlar. No lo vi llegar y esperé que fuera algo pasajero, algo así como cuando la noche espera para ver salir el sol. Odié tu seriedad y tu llanto, por no decir que de verdad así hubiera sido más fácil dejarte atrás.
Los nervios en el estómago no se quitan con el tiempo, y la esperanza sí se puede perder de a poco. Tu cara me visita en sueños y despierta te busco en mis ideas. Tus defectos no son defectos, son complementos de mis obsesiones y tus reclamos son bienvenidos. Tus compañías son aceptadas, más una dosis de hipocresía es necesaria para soportar tales arranques de drama.
El hablarte se convirtió en algo de todos los días y el verte fue una necesidad. Creo que te extrañé…

miércoles, 25 de marzo de 2009

Las sábanas en el piso y la conciencia ya en la billetera.
Es que si fuera carmesí ni las escaleras tendrían tiempo de subir
y el café en los labios se disiparía con línea de la espalda.

Por salir del paso una caricia y por adelantar el mañana un guiño de ojo.