lunes, 23 de agosto de 2010

Recepción


Decidí hacerle caso una “señal”, a una llamada telefónica en la banca de una iglesia vacía. Corrí por la calle que ya había recorrido para encontrar respuestas, para dar respuestas. No tambaleé, completamente convencida de qué decir llegué y traté de encontrar el lugar que asumía como mío. Logré acomodar todo a mi manera y encontré la paz que yo misma me había arrebatado dos hojas de calendario atrás.

Decidí creerme el cuento de las múltiples oportunidades. Caída tras caída me levanté y me culpé a mí misma por el mal equilibrio, sin darme cuenta que bajo mis pies sólo podía encontrar una calle maltrecha.


Decidí creer que los encuentros inadvertidos en la madrugada estaban planificados con agenda en mano y las casualidades por la tarde eran mejor que un café recién hecho.

Decidí ver los días soleados y las sonrisas espontáneas, pero olvidé contar los sarcasmos y las faltas de cortesía. Me dediqué a comprar, sin que me compraran de vuelta y me hice adicta a un sentimiento sin fundamento alguno.


Decidí mentir y encajar, pero ahora preferiría ser yo la que puede decir adiós sin el remordimiento de un engaño bajo el brazo.

Hace meses pedí una señal y entró una llamada telefónica en la banca de una iglesia vacía… Hoy creo en las casualidades y no en el destino. Hoy no correría, ni daría respuestas. Hoy sería yo quién apaga el interruptor sentimental y deja que suene el contestador.

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