lunes, 28 de julio de 2008

Insoportable compañía

Que absurdo pensarlo. Aún recuerdo aquel momento en el que la felicidad no cabía en mi cuerpo. Ese latir que reflejaba la emoción de haber encontrado eso, que en repetidas veces había buscado y me había llevado a encontrar un vacío. Pero no, claro, ¿como se me ocurrió? Eso no era para esta mortal ignorante en el tema. Cada trozo de ilusión fue cayendo, de tal manera que no me dí cuenta, hasta dejarme desnuda frente a una realidad que no quería enfrentar.

Regresé al punto de partida, sin nada, solo con la desilusión de no poder hacer eso que anhelaba, yo era poca cosa. Todos ahí, viéndome desfallecer y por si fuera poco no me dijeron nada, no hicieron nada.” Puedo darte un consejo… bueno, puede ser que no sea lo mejor, hay otras cosas” decían. Claro que no era lo mejor, no era lo mejor para ellos. Primero que sí, que sí podía; luego que tal vez, solo tal vez, no era lo mío.

Ahora heme aquí, suplicando un poco de aliento que me ayude a soportar a esa que viene cruzando la puerta, mi peor enemiga, pero mi actual compañera: la indecisión. Esa que últimamente no quiere que me sienta sola y arrastra una silla para estar a mi lado. Esa que me habla en los momentos en que menos la necesito. Esa hipócrita que quiere lo mejor para mí, pero que no se atreve a decírmelo de frente. La que me impide escribir ésto, pero a la vez me ayuda a recordar esa palabra, que tengo en la punta de la lengua, aguardado ser sacada a la fuerza, la que lleva mi mano con cada letra que escribo. Esa que ríe al verme llorar y que llora en mis momentos de gozo. Sí, esa, la que quiero dejar fuera de mi vida, pero de la cual tampoco se si quiero separarme.

viernes, 25 de julio de 2008

Espacio limitado

Él la mira, desde el gélido suelo colmado de gotas, provenientes de los cuerpos. El vapor desde el suelo colma sus entrañas de inesperadas sensaciones. No lo saben, pero ahí se encuentran tendidos, cada uno boca abajo, separados por la angustia. Él no se aventura a decirle, ella no es capaz de enfrentarlo. Cada uno por su lado al terminar la rutina del martes ¿O será lunes? El calendario indica jueves, pero no pueden hablar de mañana.


Ella se da cuenta de su presencia, del reflejo de sus ojos en unos semejantes, pero expositores de ironía. Quita la mirada, y la fija en el azulejo donde se posa su mano izquierda. Ese desconocido portador de esperanza se encuentra a tres metros de ella. ¿Desde cuando la conoce? En esta vida: no hace más de unas horas. Ella dejo de prestar atención a esa imperfección crema en la pared desde que el abatimiento se convirtió en suspiro.


Podría decirse que no era necesario un cuantioso periodo para que ella lo retara, y él, de manera absurda hiciera lo mismo como repercusión. Todo llega en su momento, y a la 1:30 de la madrugada no cabe más que el bostezo que la luna inspiró. Con los recuerdos de esas tardes que volaron lejos, y que si la rutina lo permite, el viento las traerá de regreso a sus pies.

miércoles, 16 de julio de 2008

Mensaje de 10:50

Suena el teléfono, las manecillas del reloj señalan las 10:50 con 2 segundos. El mensaje que contiene las respuestas a sus dudas esta ahí, al alcance. Pero ¿realmente quiere abrirlo y saber su contenido? Algo la detiene, es la posibilidad de la duda; la incertidumbre la amenaza de muerte, pero la esperanza desea vivir; la curiosidad la secuestra y, no puede mas, abre el mensaje. Su cara parece tornarse de un color rojizo, no esta segura si es por la ira que lleva dentro o es la reacción normal que tienen las personas, cuando rodeadas de familiares, reciben una noticia así. Trata de contener el grito que desea salir y mostrar la furia y la desesperación que ella esta llevando por dentro.

Ella sabía, desde el primer momento que lo vio, que el no era como los demás, tenia algo especial, algo que la obligaba a ella a presentársele, fuera amor a primera a vista o simple curiosidad, tenia que hacerlo, y así paso, se acerco e inició, algo nerviosa, una conversación con ese ser que la había atrapado meses atrás. Su impresión de él, era lo que ya había imaginado, y sabía, por esta, que nunca iba a poder tener nada más que una amistad con él. Pero las cosas cambiaron y la esperanza volvió a nacer. Todo indicaba que ésta se había equivocado, que sus predicciones le habían fallado esta vez. Pero ahora, al leer el mensaje, no esperaba esa respuesta, esperaba leer algo que sabía iba a ser importante por el preámbulo de conversaciones anteriores, pero no eso, eso no era lo que esperaba encontrar. No había fallado, había tenido razón todo el tiempo, pero ella sola se había encargado de opacar esa verdad y crear una historia que realmente quisiera vivir.

Su estado de asombro (a medias, ya que suponía que algo así pasaba) evitó por completo una fluida respuesta al mensaje, regresando al individuo, algo de muy poca importancia comparado con la noticia que acababa de recibir. No aguantó más, se dirigió al baño, donde nadie la podía ver y expresó con todos los gestos posibles ese encuentro de recuerdos y sentimientos que la atormentaban. Se relajo, respiro profundo y salió como si nada hubiera sucedido. Se dirigió a su cuarto a dormir, sus ojos no tenían ganas de cerrarse, pero ella los iba a obligar a hacerlo para no sentir más dolor, aunque fuera por esa noche. No podía conciliar el sueño, el mensaje aparecía en todos los rincones de su cabeza atormentando su razón.

Cuando todos en su casa se encontraron ya dormidos, para distraer su mente de semejante aturdimiento, abrió la desordenada gaveta de la mesa de noche, sacó un reproductor de música que yacía ahí esperando ser el consuelo de alguna agonía. Quería que los sonidos la llevaran a un lugar diferente, lejos de todo lo que estaba pasando, lejos de la realidad que la estaba destrozando. No aguantó más, la canción que fluía por sus oídos fue la gota que faltaba para derramar ese vaso, que contenía la incertidumbre, la angustia, y la desesperación causada por ese detalle que la había abrumado y ahora al confirmarse había creado una crisis en su cabeza, empezó a llorar. Los pequeños diamantes salados bordeaban su cara y rozaban sus labios, que después de cada sollozo, se fruncían reteniendo la ira que invadía todo cuerpo. Se fue quedando dormida, poco a poco, con la esperanza de que cada lágrima derramada le diera la fuerza de continuar al día siguiente sin demostrar la inmensa tristeza que le corría por sus venas. ¿Cómo verlo a los ojos después de eso? ¿Cómo no llorar frente a él, después de todo lo que estaba sintiendo?